Capítulo V.

 Las primeras semanas de entrenamiento me dejaban agotada hasta los huesos. Desde la mañana hasta la tarde, corría por los alrededores del atrio, practicaba con dagas y espadas sin filo, el arco y movimientos de defensa cuerpo a cuerpo, o estudiaba con Noemia diversos temas. Entre geografía e historia, la ubicación de pasillos y recovecos de Palacio y los estatutos que el maestro no había terminado de enseñarnos, y mi control. Mientras tanto, Clim hacía de mi sombra, siempre manteniendo cierta distancia.

Solo gracias a él no congelaba todo a mi paso. Mi control continuaba quebrado, lo que no era nada bueno.

—Solo céntrate en ti misma. Olvida tu alrededor —repetía Noemia.

Me hallaba sentada en medio de uno de los salones con reparaciones pendientes, lo suficientemente lejos de cualquier soldado, noble o plebeyo que pudiese resultar herido por accidente. Clim, en esos momentos, se hallaba a cierta distancia fuera del lugar, dejando que mi fuerza se extendiera alrededor de dos metros. Dos metros cubiertos de hielo. Dos metros tan fríos que Noemia era incapaz de mantenerse cerca.

—Céntrate, Macy. No lo estás haciendo. —Medio gruñó.

—Lo intento —suspiré.

Intente despejar mi mente, centrándome en el hielo a mi alrededor, ordenándole desaparecer. Mi estomago se lleno de nudos, mi garganta se secó y mis músculos se tensaron… pero el hielo continuaba ahí.

Frustrada, dí un golpe de frío hacia el frente, recorriendo los seis metros de desgastado suelo hasta golpear la endeble pared. Tras ver la desgastada madera y piedra cayendo, los pasos y la fuerza de Clim se acercaron con rapidez.

—Es suficiente —gruñó a pocos pasos, derritiendo el hielo mientras se acercaba.

—¡Clim, aún no...!

—¡Suficiente! —Le gritó a Noemia, para luego inclinarse y agarrar mi brazo con brusquedad, comenzando a jalarme tras él.

—¡Liberala en este momento!

Nos siguió hacia la puerta, pero antes de que continuase y terminará en una nueva pelea con Clim, agite mi cabeza negando y rogándole con la mirada que se detuviera. No tenía ni ánimos ni fuerzas para eso.

Su última mirada estaba cargada con pesar.

Siendo arrastrada por los pasillos sin oponer resistencia, pensaba en la comodidad que suponía para mi futura vida el tener a Clim junto a mi... cuando había ansiado durante años aquello. Pero era tan obvio como cierto, que ello no era una buena idea. Frente a las puertas de mis habitaciones, Clim se detuvo y con brusquedad abrió la puerta y me empujo dentro, cerrando tras de mí con fuerza.

Tratando de respirar a través del nudo en mi garganta, me deje caer en el sofá y cogí el libro que ocultaba entre las almohadas. Ojee la página en que había quedado, respirando y tragando, inmune al frío que traía la tarde y sintiendo todo.

Una parte de mi deseaba morir.

La otra, más sensata y llena del valor que alguna vez poseí, luchaba por conseguir el control, por volver a ser dueña de su destino, por alzarse y permitir que su corazón roto encuentre nueva luz.

—¿Milady? —dijo una de mis Doncellas, Cyna, acercándose delante de Lyssa mientras cargaba una bandeja—. ¿Le apetece cenar?

Dejó la bandeja sobre la mesa junto a las ventanas, sonriéndome entretanto cerraba las cortinas.

—¿Tomará un baño, milady? —preguntó Lyssa.

Asentí a ambas, necesitaba un baño y comida, mucha comida.

Después de que me ayudasen con el baño, comí mi cena   mientras Cyna secaba mi cabello y Lyssa cogía un vestido rosa pálido, e insistía en que un paseo por el jardín me vendría bien. Aunque yo dudaba que Clim fuese feliz con la idea.

En compañía de ambas, me aventure fuera de mis habitaciones con la certeza de su presencia. Él estaba al otro lado del pasillo, observando hacia la fría noche del exterior.

—Lady Amace, su abrigo.

Cyna me alcanzó primero, ayudándome con el abrigo que había olvidado, de un profundo rojo oscuro. No que lo necesitase realmente. Titubeante, me dispuse a comenzar el paseo con ambas Doncellas a mis lados, viendo que Clim ni siquiera dirigía una mirada en mi dirección. Me pregunté si algún día volvería a notarme… Ahogando las lágrimas tras mis párpados, avance por el pasillo.

Mis claros cabellos atados en una estrecha trenza, se agitaban sobre el rojo del abrigo, contrastando con la oscura noche y las luces de las antorchas. Mis pasos entre el par de gentiles Doncellas retumbaban en mi pecho. Los de él, se hallaban en las sombras, a varios metros detrás. Casi podía sentir sus ojos sobre mi.

—La modista traerá nuevos vestidos mañana. —Me recordó Cyna, con una sonrisa.

—Si, y nuevos pantalones —murmuró Lyssa, rodando los ojos.

—¡Oh, Dioses! ¡Lady Amace, no puede realmente preferir esas ropas! —chilló Cyna.

—Bueno... —susurré.

Me era difícil contener una sonrisa. Ambas sabían que si me dan a escoger, siempre ganarían los pantalones por lo prácticos.

—Por todos los Dioses, Lady Amace. Una dama no debe utilizar...

—Ya, ya Cyna. Lady Amace ya lo sabe.

—¡Pero solo los hombres pueden...!

—Eso es tan anticuado, Cyna.

A medida que su nueva discusión sobre la vestimenta apropiada para hombres y mujeres avanzaba, me fui quedando detrás, demasiado cansada de escuchar sus parloteos, a pesar de que comenzaban a agradarme. La tranquila realidad de las mujeres y las charlas banales, eran algo demasiado distante a mi realidad, y todo lo que conllevaba.

—¿Una bella noche? —Me detuve de golpe, pestañeando sorprendida ante la extraña voz masculina.

Unos metros delante, Cyna y Lyssa continuaban caminando sin percatarse de mi ausencia. Así que di media vuelta, encontrándome con un hombre alto y moreno de oscura mirada, que me ofrecía una gentil sonrisa.

—Si, muy bella. —Asentí, tratando de averiguar si aquel desconocido suponía alguna amenaza.

—Discúlpeme, milady. Soy Lord Tyrone de Zufhwyth. —Se inclinó levemente presentándose, a lo que reaccione sin pensar.

—Lady Amace de Quajk, milord. Es un placer. —Me incline levemente sujetando mis faldas como me fue enseñado... pero la realidad de lo dicho me golpeo.

Asustada, le observe en silencio más de lo que debería. Sola, ante un hombre, con la oscura noche tragándose la poca luz, sin poder contar con la presencia de Clim como me hubiese gustado. Y, por supuesto, no había encontrado nada mejor que decirle quien soy.

—¿Lady Amace?

Su voz atravesó mis difusos pensamientos, logrando que me percatara de que Lord Tyrone llevaba un tiempo hablándome.

—¿Qué? Discúlpeme, yo...

—Le decía que me es familiar su nombre, ¿nos habremos encontrado antes? —Negué demasiado efusivamente, mientras sentía la presencia de Clim más y más cerca, y escuchaba el retumbar los pasos de Cyna y Lyssa regresando—. Oh, bueno...

—Lady Amace, ¿qué...? —exclamaba Cyna a unos pasos, deteniéndose tan abruptamente que casi pierde el equilibrio.

—Oh, Lord Tyrone. Buenas noches —dijo Lyssa, en un tono gentil y alegre.

—Lady Amace... —medio gruñó Cyna en un contraste desconcertante—, ¿desea volver a vuestros aposentos?

—Bueno… —titubee incomoda.

—¡Ya es suficiente, acompañad a Lady Amace! —gruñó Clim, sobresaltándome.

Me sujeto de un codo y con un jalón me lanzo a las chicas, quienes no tardaron en entrelazar nuestros brazos y arrastrarme lejos de ambos hombres. En una última mirada, mientras boqueaba tratando de hilar mis pensamientos confusos y sorprendidos, les vi hablándose con evidente molestia.

Y podía sentirlo perfectamente, toda la furia abrasadora de Clim, como flamas desiguales acariciando su entorno.

Algo gritaba dentro de mi.

Algo que trate de ahogar como mejor pude.



~~~*~~~


Sujetando la empuñadura con ambas manos, me concentré en los movimientos de Lesson en lugar de la punta de su espada, tal y como debía. Agité el metal hacia él, pero rápidamente ajustó la posición de sus piernas y brazos, y con fuerza repelió mi espada con la suya, provocando un replicar de metal contra metal.

—Vas mejorando —murmuró, empujando mi espada atrás, casi provocando que perdiera el equilibrio.

—Gracias —jadeé, arremetiendo en su contra una vez más.

Nuevamente intentó empujarme al golpear mi espada, pero ajustando las piernas, devolví el golpe. Y evitando su respuesta, con un movimiento veloz de mi pierna derecha golpee una suya enviándole al suelo.

Sin hacer el menor esfuerzo por ocultar mi risa, deslice la espada en su funda y le tendí una mano.

—Eso no fue lindo, Amace —gruñó, y sujetando mi mano se puso de pie, aunque apenas me uso como ancla.

—Tienes que admitir que fue gracioso —repliqué, suspirando por el ligero dolor en mis mejillas tras tanto sonreír.

—Si, como sea —murmuró, poniendo mala cara—.¡Vuelvan a lo suyo! —Gruñó a los demás.

Dejaron de reír casi al instante, algunos ocultando sonrisas mientras obedecían volviendo a centrarse en sus propias cosas.

—¿Descanso? —Inquirió, tras enfundar su espada.

Asentí y nos acercamos a las mesas con bebidas. Me senté con un refrescante vaso lleno de zumo de arándanos enfrente, sintiendo el ardor en los músculos y el familiar calor de Clim agitándose inquieto. No esperaba el tema que tocaría Lesson.

—Supe que te topaste con Lord Tyrone anoche.

Ahogándome en zumo, Lesson palmeo mi espalda con más tiento que fuerza.

—¿Q-qué? —Medio chillé cuando logré respirar, y él soltó una risita que me supo un poco cruel.

Vaya venganza.

—Lord Tyrone, el noble de Zufhwyth que hace pocas semanas fue llamado por el Rey para tomar la alcaldía de su distrito —explicó todavía sonriente, fijando la mirada en su propio vaso—. Alguien me contó que usted le vio anoche, en medio de su paseo.

Le fruncí el ceño, procesando el tono de “alguien”... y no tarde mucho en llegar a la obvia conclusión.

Lesson es amigo de Clim, por supuesto.

—Entonces, ¿su amigo le contó el porqué actuó de forma tan descortés con Lord Tyrone?

Mi pregunta le tomó desprevenido, sin duda. Su espalda y los músculos en su mandíbula se tensaron. Tan obvio, incluso por su dura mirada evitándome, el hecho de que no tenía pensado contestarme. Así que termine mi zumo con brusquedad, me levanté yendo al centro del atrio, y alzando mi espada pregunte;

—¿Quién se ofrece a darme una paliza?

Varios soldados intercambiaron miradas divertidas, y otros tantos me vieron con sorpresa.

—Lady Amace. —Me llamó Lesson, con un tono en su ronca voz que no supe reconocer.

No que fuera inconsciente ante el hecho de que nadie se atrevería a lastimarme. Incluso Lesson, el maestro espadachín, era sumamente gentil cuando cruzábamos espadas.

—Yo, milady —dijo alguien.

Tras dirigir mi mirada a quien se acercaba, tuve un segundo de titubeo. Un hombre joven, alto, de largo cabello rubio cayendo sobre sus hombros y notorios músculos bajo sus ropas. Sin duda podía ocasionarme algún daño, de desearlo.

—Grandioso —murmuré, bajando la espada mientras reponía mi estúpido valor.

—Garb, detente ya. —Le gruñó Lesson.

Tome aire, recargue la espada en mi costado y con manos un poco temblorosas, ajuste la cinta que sujetaba mi cabello en una cola.

—Ella lo pidió. —Se excusó el sujeto, Garb, con una sonrisa incapaz de llegar a sus ojos.

Tras tomar aire, sujete la espada con ambas manos a eso de tres metros de él. Su sonrisa se borró de un segundo a otro, y con firmes pasos alzó la espada y arremetió en mi contra. El ceño fruncido y el fuego abrasador en sus verdes ojos, provocó una punzada de miedo que inmediatamente descarté. Acomode mis piernas y recibí el feroz golpe con mi espada, casi perdiendo el agarre en la empuñadura. Una fracción de segundo después, él dio un pequeño paso atrás y volvió a encestar un golpe contra el metal, casi logrando que perdiera el equilibrio.

Aumente la fuerza en mis brazos empujando mi espada en su contra, manteniendo las espadas a una distancia que no flexionara mis brazos de mala forma, y pronto él volvió a dar un paso atrás. Aproveche y golpee contra el metal de su espada, cuyo choque me envió hacia atrás.

El aire salió de mis pulmones por el golpe contra el suelo, pero no solté la espada. Rodé hacia un lado antes de que su espada pudiera interceptarme, e hincada, con él enderezándose y volteando hacia mi, abanique la espada… logrando cortar de forma horizontal sobre su abdomen. La delgada camisa que llevaba puesta se abrió un poco, mostrando sus trabajados músculos mientras él bajaba la mirada sorprendido, y observaba la delgada franja roja que adornaba su morena piel.

Ups.

El sepulcral silencio fue roto por los aplausos de Lesson, y los vítores de los soldados celebrando mi rápida y extraña victoria, aunados a unos pocos mofándose de la suerte de Garb.

—Bien, bien. Fue lindo, pero Garb, ve a tratarte ese corte antes de que patee tu trasero por desobedecerme. —Le dijo Lesson, acercándose con su mirada puesta en mi.

Garb asintió, regalándome una irónica sonrisa antes de dar media vuelta y marcharse.

—No estuvo mal. Va mejorando, milady —dijo a mi lado, extendiendo una mano para ayudar a ponerme en pie.

—Macy. —Le corregí, estrechando su mano e intentando sonreír entre los dolores viejos y nuevos en mi cuerpo—. Puede llamarme Macy —reiteré, sin comprender porque se veía sorprendido.

Lesson asintió, titubeante, mientras subía el color en sus mejillas. Lo que me pareció tan adorable y familiar… y que llenó de dudas mi cabeza.

¿Por qué sentir tanta familiaridad con un soldado, que encima de todo es amigo de Clim?

Dando por terminado el entrenamiento físico de aquella mañana, no tarde en dirigirme a los aposentos de Noemia para estudiar. Cyna me guió, pasando por una sala cuyos altos ventanales permiten una mayor entrada de luz solar, sin duda para las cientos de plantas que cubren casi cada rincón del lugar, hasta las puertas abiertas del despacho de Noemia. Ella se encontraba en medio, tras el escritorio hurgando entre una pila de hojas, con libros esparcidos en mesas, sillas y hasta en el suelo.

—¿Lady Noemia? —Habló Cyna, llamando de golpe su atención—. Aquí dejo a Lady Amace, con su permiso.

Se despidió con una sonrisa, dejándonos a solas. Me acerqué al escritorio pasando entre las pilas de libros bajo su atenta pero gentil mirada.

—Disculpa el desorden, Macy. He adquirido más libros de lo que las estanterías pueden contener.

Señaló a las paredes y vi, con sorpresa, lo que a simple vista parecían ser libreros repletos a más no poder, pero que resultaron ser más libros apilados, entre libros apilados.

—Su majestad me ha ofrecido otras habitaciones, más espaciosas —comenzó a contarme, mientras lograba sentarme frente a ella en la única silla vacía—. Pero tengo muchos buenos recuerdos aquí, y ha sido mío durante tanto tiempo.

Su suspiro y la mirada perdida por el lugar, resonaron en mi pecho. La comprensión de ese sentimiento, de la profunda añoranza…

—Como sea —suspiró, dándome una pequeña sonrisa—. Lamento llamarte aquí, pero como puedes ver, tengo bastante papeleo pendiente.

—Descuida —dije, devolviéndole la sonrisa.

—Bien, pues —continuó—, encontré algo que puede serte de utilidad.

Hizo a un lado una pila de hojas, dejando al descubierto un libro con tapas de cuero tintado en verde oscuro, el cual cogió y me tendió.

—¿Qué es? —inquirí, recibiendolo.

Me sorprendí al comprobar que se sentía más ligero de lo que aparentaba.

—Los apuntes de Balkar, del tiempo en que les enseñaba a ustedes —dijo, dejándome pasmada.

Aquella era la libreta que el maestro llevaba consigo a donde fuera, pero que hasta entonces, no tenía idea de que era lo que escribía en ella… Alcé la mirada, queriendo preguntar cómo lo había conseguido, pero la tristeza en sus ojos me detuvo.

—Solo le he ojeado, así que esta en tus manos ver qué dice. Puede que encuentres algo de ayuda —acotó.

—Pero…

—No te preocupes, a él no le molestaría —dijo, adelantándose a la pregunta que apenas había rozado mis labios.

Tragué a través del extraño nudo que se formó en mi garganta, presa de los agridulces recuerdos junto al maestro Balkar. El hombre que me enseñó tanto…

—Está bien, lo leeré.

Tratando de mantener a raya mis recuerdos, me despedí rápidamente y camine sin rumbo por los pasillos. Sola, a excepción de mi sombra, también conocida como Clim, estreche el libro contra mi pecho tratando de llamar al apetito que se había extinguido. Viendo sobre mi hombro, divisé el pasillo vació tras de mí y un extraño silencio que me provocó calosfríos. Así, tomé una profunda bocanada de aire, di una vuelta saliendo a uno de los jardines interiores, con verdes brotes de rebosante vida asomándose desde los arbustos, y me senté en los adoquines recargando mi espalda contra la fuente.

Haciendo a un lado la cubierta de cuero, comencé a leer las palabras trazadas sobre el papel…


Anotaciones del progreso de

Amace de Quajk y Clim de Kuejt

Apartado 1

Cuando su majestad Amilcar me enviaba a confirmar los indicios de un Bletsun, no importando la localidad de procedencia, siempre me encontraba con hombres o mujeres de avanzada edad, cuyas fuerzas legadas por sus ancestros, quienes en algún momento fueron repudiados y asesinados por ser quienes eran, se hallaban demasiado diluidas. No me esperaba entonces, encontrar no solo uno, si no dos Bletsun excepcionales, prácticamente de un momento a otro.

Primero visite a la pequeña Amace, de casi tres años. Sus padres, Hans y Cilla de Quajk, me confesaron sentirse temerosos de recurrir al Rey, pese a la resolución del mismo en dar la bienvenida a los Bletsun antaño dejados a un lado. No obstante, su preocupación por el futuro de Amace les llevó a escribir la misiva que me llevó hasta ellos.

Me contaron lo ocurrido desde antes de su nacimiento; el frío en el vientre de Cilla que les mantuvo en vilo durante gran parte de los nueve meses, que les alertaba de algo inimaginable. Su palidez y tranquilidad de los primero minutos fuera del vientre, impropios de un niño recién nacido, les llevaron a pensar que no sobreviviría. Pero el tiempo transcurrió, y el poder dentro de Amace fue obvio.

Como todo Bletsun, la pequeña exterioriza su naturaleza en su apariencia. Su cabello rubio heredado por madre, es varios tonos más claro, y el claro azul de los ojos heredados por su padre, rivaliza con el tono azulado de los hielos en las quebradas de Quajk.

Así que, aconsejándoles minimizar el contacto físico directo, pero manteniendo la calidez que le habían brindado hasta entonces con muestras de afecto, partí de vuelta a Real para informar el hallazgo. Nada me hubiese advertido de lo que encontraría al llegar.

Frente al Rey y Noemia, se hallaba una joven pareja y su pequeño de casi tres años. Llegue a Real cuando esa pareja pedía al Rey ayuda con los poderes de su pequeño.

Clim de Kuejt, había provocado que las llamas en la cocina de su casa crecieran más altas y fuertes, cuando su madre le había respondido que aún tardaría la comida. El pequeño casi había quemado su casa, pero afortunadamente, comprendió su error y desvaneció todo fuego. Ante esto, Chen y Lai de Kuejt no pudieron más, y decidieron que solos no podrían continuar criándole.

Tal como Amace, Clim posee rasgos distintivos. Cabello rojo oscuro, piel de tez tostada y ojos marrón rojizo. Aludiendo a la forma física con que se suele representar a Déiw Dheugh. 

Fue entonces entonces que su majestad Amilcar decidió dejar en mis manos a ambos pequeños. Sin embargo, he de confesar que tal trascendental responsabilidad, todavía es algo a lo que no me siento preparado. Sus fuerzas opuestas, solo se han vuelto algo incluso más grande a tener en cuenta, cuando fue confirmado que nacieron el mismo día, durante el solsticio de verano.

Pues bien, dejo aquí escrito, que todos los antiguos escritos hablan de seis Bletsun con grandes fuerzas, y cuya existencia durante la misma época no es un buen augurio para el futuro de estas tierras. Dicho esto, pondré todo de mi parte para convertir a estos jóvenes en aliados y no en peligrosos enemigos, como sería el caso si hubiesen nacido en los antiguos días.

Balkar de Ghnom


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