Capítulo XXIII.

 Tyrone me ayudó a llegar hasta una banca, preguntándome con preocupación qué me ocurría. Pero no fui capaz de murmurar algo más que agua. Mi poco pensada pero efectiva respuesta, le llevó a dejarme ahí mientras iba en busca de lo único que no había sobre las mesas. Entonces alcé la mirada, buscando un rostro familiar, aunque con el miedo de encontrarme a Clim nuevamente.

Cyna se apresuró hacia mí, la preocupación grabada en el rostro. Apenas logré atisbar la figura de Garb, alejándose desde el punto en que la había visto venir, antes de que ella bloquease mi campo de visión.

—¿Se siente bien, milady? —preguntó, inclinándose hacia mí mientras colocaba una mano en mi cabeza y la otra en mi hombro.

Aquel cálido gesto terminó por derrumbarme. Un sollozo escapó entre mis labios y cerré los ojos con fuerza, escondiendo mi rostro pecho mientras las lágrimas escapaban humedeciendo mis mejillas.

—Verhá, ven aquí. —Le oí decir, mientras me sostenía con sus brazos.

—¿Qué ocurre...?

—Aquí.

Una capa cubrió mi cabeza y espalda, justo antes de que Verhá me tomara en brazos, permitiendo que ocultara mi rostro en el hueco de su cuello. Sin decir una palabra, él me llevó por alrededor de la conglomeración hacia una de las puertas laterales de Palacio, utilizada habitualmente por Doncellas y Mozos.

Ahogué los sollozos como mejor pude, hasta que Verhá me dejó sobre mi lecho, retirándose de la habitación un segundo después. Incapaz de dirigirle siquiera una mirada a Cyna, permití que me quitara las zapatillas y el vestido, con las lágrimas corriendo por mis mejillas. Fui incapaz de ocultar el dolor que la realidad provocaba, y que ni siquiera una fecha como aquella podía menguar.

Era un intento inútil el fingir que no importaba, que había dejado atrás mis sueños de infancia y no me dolía sentirme tan perdida. Así mismo... no me podía permitir siquiera pensar en esas palabras.

En algún momento caí rendida sobre mi lecho, presa de los espectros de mi pasado, incapaz de huir de mi misma.

A la mañana siguiente, desperté cuando las chicas abrieron las cortinas dejando entrar la luz del sol. No tardé en recordar todo lo sucedido la noche anterior, sintiendo como la mezcla de emociones me estremecían por completo.

—¿La-lady Amace? —Escuche a Lyssa balbucear.

Al darles una mirada, noté de inmediato que ambas se abrazaban a sí mismas, temblando ligeramente por el frío en el aire de la habitación... que precisamente yo provocaba. Tiré el frío de vuelta a mí, permitiendo que la tibieza del aire retornará y ellas dejarán sus sorprendidas miradas por sonrisas cargadas de timidez.

—El General pidió verle en cuanto despertase —dijo Cyna, acercándose a un lado de mi lecho.

—Pero ayudaremos a evitarle, si no desea... —dijo Lyssa, un par de pasos tras Cyna.

—Fue un poco insistente anoche, pero Verhá y Altón nos ayudaron a mantenerlo lejos...

Alce una mano, pidiendo un poco de silencio para pensar con frialdad en la situación. Y lo que más destacaba sobre todo, era el hecho de que no quería ver la cara de Clim.

—Quede... en que hoy acompañaría a Lord Tyrone —dije, dirigiendo los ojos a mi regazo—. Y eso haré.

Un silencioso minuto transcurrió antes de que Cyna hablase.

—Está bien, le preparemos y acompañaremos como es habitual.

Cerré los ojos, y les escuché moverse por la alcoba y la sala de baño, con Lyssa murmurando un “no debería” que Cyna chistaba.

Cuando finalmente me reuní con Tyrone a los pies de las escaleras, me hallaba consciente de que Clim estaba fuera, supervisando el retiro del escenario y las mesas, y la posterior limpieza que debía llevarse a cabo para continuar con los quehaceres habituales. Con una sonrisa forzada, me disculpe por mi precipitada desaparición anterior, y fui amablemente recibida y escoltada por Lord Tyrone. Ambos nos encaminamos hacia las puertas, con su joven mozo y Cyna tras nuestros pasos.

Al poner un pie fuera del Palacete, fui inmediatamente objeto de atención. Podía sentir la cálida mirada de Clim sobre mi, algo agitada en obvia señal de molestia, pero lo ignoré. Absteniéndome de siquiera dar una mirada en su dirección, camine con Tyrone hacia al carruaje que nos esperaba para llevarnos a las afueras de la ciudad, donde él había estado pendiente de los cultivos y las viviendas colindantes a la muralla.

Así pasé el resto del día, permitiendo que Tyrone se preocupara por mi bienestar, mientras charlábamos desde las cosas más triviales hasta los asuntos políticos de gran relevancia.

Tyrone es un hombre agradable, capaz de hacerme olvidar por un momento mi realidad... sin necesitar conocer mi oscuridad.

Al terminar la tarde, me hallaba de vuelta con una silenciosa Cyna tras mis pasos, cuando me encontré en lo alto de las escaleras con Alice. Lady Alice de Duhjía, de sólo diecisiete años, era una de los pocos jóvenes nobles que se hallaban felices de volver a poblar su ciudad natal. Y cuya belleza e inquieta juventud siempre era centro de la atención masculina.

—Lady Amace —dijo con una sonrisa—, justamente le estaba buscando.

—¿A mi? —murmuré sorprendida.

—Si. Anoche usted se retiró antes de que pudiéramos entregarle sus obsequios. —Ante sus palabras, no pude evitar estremecerme por el recuerdo de Clim, precisamente obsequiándome la tiara que en aquel momento reposaba sobre mi tocador—. Pero comprendemos que debió ser un gran esfuerzo para usted, dada su delicada salud las pasadas semanas.

—S-si... bueno, no es... —balbuceé.

—Lady Amace se siente agotada, milady. Justamente nos dirigíamos hacia sus habitaciones para que pudiese descansar. —Intervino Cyna, dando un paso a mi lado.

Alice le observó con cierta sorpresa, pero asintió suavemente antes de volver a hablar.

—Comprendo...

—Qué le parece si me acompaña —dije al fin, señalando en dirección a mis habitaciones.

—Claro —murmuró, para luego hacer una seña a sus doncellas, quienes cargaban un par de cofres.

Sin más, les guíe hasta mi sala, donde Lyssa ya tenía preparado el té, y nos sentamos en un breve silencio incómodo que ella se atrevió a romper.

—El General dijo que usted se negaría a recibir estos obsequios, pero debo insistir —dijo, mientras sus Doncellas dejaban los cofres sobre la mesita de centro, abriéndolos antes de dar un paso atrás.

Las cosas dentro de los cofres me dejaron sin habla. Eran cosas sencillas, pero hermosas. Unas campanillas talladas en madera pintadas de diversos colores con sumo cuidado y detalle. Un espejo de mano estilo concha, con una estrella de doce puntas grabado sobre la tapa y el borde con pequeñas flores de Jnah. Una peineta de plata con pequeñas variadas flores. Cintas con bordados delicados, y chales de seda en suaves tonos azules y rosas.

Mis dedos rozaron una de las rosas blancas bordadas en un claro azul, cuando escuche nuevamente la voz de Lady Alice.

—Estas son las cosas más pequeñas que la gente decidió obsequiarle. El resto es un nuevo lecho, un escritorio, un sofá que llegará mañana, tres juegos de sábanas de seda y tres mantas de lana. Además de dos vestidos que fueron encargados a la modista Real.

Incapaz de creer semejante hecho, simplemente la observé, agradecida de seguir sentada y no caer al piso por la impresión.

—¿Por qué? —murmuré luego de un largo minuto.

Semejantes cosas son dadas por familiares o amigos cercanos. Y no precisamente a personas como yo, que han causado tanta tristeza y dolor.

Alice sonrió, dejando su lugar para sentarse a mi lado y sostener una de mis manos entre las suyas.

—Sabemos que se ha estado esforzando mucho por la ciudad, incluso cuando estuvó en cama. Quizá no fue vuestra intención que se notase, pero hemos tenido nuestra atención en usted desde que llegó, y estamos al tanto del tiempo que dedica a cada pequeño asunto. Por ello le estamos profundamente agradecidos.



~~~*~~~



Todavía podía sentir la calidez de las manos de Alice, a pesar de haber transcurrido más de una hora desde que se había marchado. Una joven mujer gentil, que no merecía mi vano intento por odiarla.

Cyna y Lyssa se limitaron en llevar los cofres a mi alcoba, acomodando cada cosa en su correspondiente lugar antes de finalmente ayudarme a tomar un baño. Luego me hallaba entre las mantas de mi lecho, dando vueltas y vueltas, sin lograr conciliar el sueño durante lo que me parecieron horas. Sabía que haber logrado evadir a Clim por un día, era un logro que no tenía sentido repetir, pero entre aquello y mil pequeñas cosas más, no lograba despejar mi mente.

Hasta que, presa del cansancio acumulado, mis párpados se cerraron y la oscuridad me envolvió... apresando mi corazón. Aquellas pesadillas, o más bien, los recuerdos acumulados durante más de diez años, me asaltaron esa noche con renovada malicia.

Al despertar, necesité la presencia de mis Doncellas para aferrarme a la realidad, ya que incluso podía oler la podredumbre de los Monstruos en mi cuerpo y mantas. Para sorpresa de ambas, les pedí un baño de agua caliente, esperando que de esa forma todo rastro de inmundicia se borrara de mi ser.

Pero algo se quedó conmigo.

Armándome de valor baje a desayunar, consciente de que Clim ya se hallaba ahí, y que inevitablemente tendría que hacerle frente. Para mi fortuna, Lesson, Garb y Lady Antonia también estaban presentes.

—Buen día. —Salude, dirigiéndoles mi más sincera sonrisa.

Sus cálidas respuestas no tardaron en envolverme, mientras tomaba asiento junto a Antonia, lo más lejos posible de Clim. Evadiendo su mirada, me incluí en la ligera platica que ella tenía con Lesson, sobre sus días en las catacumbas de Real. Algo que logró atraer mi atención casi por completo. Habían vivido agradables momentos de compañerismo en medio de la adversidad, no importando títulos o arcaicas maneras.

Envidio aquello.

Cuando finalmente teníamos que abandonar la mesa, Clim dijo algo que me detuvo en el lugar.

—Lesson, no te olvides de empacar tus cosas. Los postulantes ya se están reuniendo, mientras antes vayas a evaluarlos, mejor.

—Si, señor. —Medio berreo Lesson, dejando la habitación antes de que pudiera hilar una duda coherente.

—¿Qué cosa? —murmuré, percatándome tarde que ya todos habían salido... dejándome con Clim.

Me dispuse a abandonar la habitación, pero él me jaló de un brazo y se interpuso en mi camino a las puertas. Su ceñuda mirada en mi rostro.

—Tenemos que hablar —dijo.

—Este, yo... pero yo... —balbuceé, evadiendo sus ojos—. Lesson…

—¿Qué hay con Lesson? —Medio gruñó, soltándome para luego cruzar sus brazos sobre el pecho en una obvia postura inflexible.

—Yo... —murmure, forzándome a mostrar un semblante más lejano—. Solo quería saber…

—Puede esperar. —Me cortó con brusquedad—. Lo que sea, puede esperar. Ahora mismo quiero que me digas porqué me has estado evitando. ¿Qué hice para enfadarte?

—Nada —respondí rápidamente, dándole una breve mirada—. No has hecho nada Clim, simplemente he estado ocupada.

—Por supuesto —gruñó con un borde teñido de sarcasmo—. Entonces, ¿por qué dejaste la fiesta tan pronto?

—Estaba cansada. —Solté casi sin pensar—. Bailar agoto mis pocas fuerzas.

Él me observó por un largo minuto, instándome a devolverle la mirada con el repentino y claro pensamiento de ocultarme a sus ojos. La desagradable punzada resonó cual eco en lo profundo de mi pecho.

Cuando apartó la mirada, soltando un suspiro, logré sentir como un nuevo peso se posaba sobre mis hombros.

—Bien. Fingiré que te creo.

Sin más, abandonó la habitación dejándome sola con mi maraña de pensamientos y sentimientos.

Minutos después, algo más calmada, fui hasta las habitaciones de Lesson obligándome a centrar mi cabeza en responder las dudas que sus palabras con Clim habían sembrado. Las puertas se hallaban abiertas, permitiendo encontrarle casi de inmediato en su alcoba. Ahí, su joven mozo estaba inmerso en la tarea de ir guardando las ropas y enseres mientras Lesson le hablaba, con su sonrisa y gentil familiaridad habitual.

—Disculpen —dije, removiéndome bajo el marco de las puertas.

—¿Ma-Macy? —balbuceo Lesson, dejando un pequeño cofre que tenía en sus manos dentro del baúl más cercano.

Su mozo, Yuta, se apresuró a dejarnos solos con una sonrisa traviesa mal disimulada.

—Esto... ¿necesitas algo? —inquirió con una sonrisa nerviosa y titubeantes pasos en mi dirección.

Más allá de su nerviosismo, necesitaba aclarar la idea que su pequeño intercambio con Clim había clavado en mi pecho. No puede ser cierto.

  —Lesson, ¿te marchas a Real?

Mi pregunta flotó por la cálida brisa que se coló por las ventanas, durante unos segundos que se sintieron como eternidad. Su sonrisa titubeante desapareció, por una frágil cargada con pesar que apresó mi garganta.

—Si, tengo que volver a  Real. Hay nuevos reclutas que evaluar y posteriormente entrenar. Es mi deber como maestro espadachín ocuparme de esto, Macy, aunque me gustaría quedarme y…

Intentando ocultar las repentinas lágrimas, di el par de pasos que nos separaban y lo abracé, envolviendo su torso con mis brazos y enterrando mi rostro en su pecho. Una parte de mi había pretendido olvidar aquel detalle que conllevaba su título, aunque vi claramente como se acercaba la primavera.

Deseaba que él pudiese permanecer un poco más cerca de mí, sin embargo, aquel deseo con tintes de angustia no tenía sentido alguno.

—Entiendo —murmuré—. Pero espero que volvamos a reunirnos pronto.

Él me envolvió con sus brazos, e ignorando cualquier molestia y angustia, sonreí contenta de haber podido conocer y querer a Lesson.

—Je. También te extrañare, Macy.

Dos días después, Lesson y Tyrone partieron en la misma caravana.

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