Capítulo XXVIII.
Sin Clim presente, Lesson estaba todavía más ocupado, por lo que no podíamos vernos para charlar o hacer una mínima cosa juntos. Lo que no habría sido tan frustrante de no tener tres soldados tras mi, a cada paso que daba, fuera y dentro de mis “habitaciones temporales”.
—¡Esperame Clim! —Corría tras él, olvidando atar mi cabello antes de saltar fuera de su casa.
—No, quédate aquí —dijo, deteniéndose unos pasos tras los chicos con que se dirigía hacia algún lugar.
—Pero…
—¡Hey! ¡No te quedes atrás, Clim! —gritó él más grande de ellos. Al menos tres años más que nosotros.
—¡Si! —gritó de vuelta, para luego darme una mirada cargada con pesar—. Volveré en un rato, ¿si? No necesitas acompañarnos, son cosas de hombres.
Mordí mi lengua deteniendo una respuesta nada agradable a su “desagradable excusa”. Y le vi partir, sintiendo el pecho en un puño y el enfado como un nuevo amigo que me ayudaba a planear una pequeña venganza. Una que llevé a cabo sin demora, una vez él puso un pie frente a la puerta de su casa.
—¡¡Macy!!
Su madre rió conmigo mientras le observábamos desde la ventana, completamente cubierto por una gruesa capa de nieve que, enfurecido, se dispuso a derretir. Uno de aquellos días rebosantes de emociones que me ayudaron a soportar mi prisión, mi dolor y… mi soledad.
La triste verdad era que estaba tan sedienta de compañía que, ignorando el molesto hecho de la “siempre compañía militar”, acepte ver y charlar con Lord Tyrone. Consciente de que a ninguno de mis cercanos le agradaba la mera idea de ello.
Los días pronto se convirtieron en semanas, y fueron aliviados de la presión que el estropeado clima ejercía sobre mí, gracias a la gentileza de quien menos habría creído.
—Pero, Lord Tyrone… —gimoteaba Cyna, en un nuevo intento por convencerme de no verlo.
Di una mirada a Lyssa, quien observaba algo o a alguien a través de la ventana con una sonrisa. Sentía mucha curiosidad, pero opte por saber si ella daría finalmente su opinión al respecto. O continuaría en silencio.
—¿Lyssa? —Ella brinco, ¿asustada? Y luego me dio una mirada un tanto tímida y avergonzada.
—¿Sí, milady? —Jugueteo con la tela de su delantal, balanceándose sobre sus talones.
—¿Qué opinas de Lord Tyrone?
La sorpresa reflejada en sus facciones, perduró durante un puñado de segundos antes de convertirse en un ligero sonrojo.
—¿Lo-lord Tyrone? —inquirió, con un balbuceo impropio de su persona.
Asentí, sin perderme ninguno de sus movimientos y gestos cargados con nerviosismo.
—Bueno…
—No debería preguntarle… —Medio gimoteo Cyna, pero la detuve con un gesto de mi mano.
—¿Lyssa? —Le insté suavemente.
Intercambió una mirada con Cyna, antes de finalmente inhalar y responder.
—Yo… creo que Lord Tyrone es un líder capaz, con un gran corazón y un sentido de justicia envidiable... —Un bufido por parte de Cyna la interrumpió—. No obstante, sé que su majestad lo mantiene vigilado por ciertas… circunstancias.
—“Circunstancias” más que importantes, Lyssa —gruñó Cyna.
—¡Hey! —Les detuve, en sus obvias intenciones de comenzar a discutir un asunto, que me confundió un poco—. ¿De qué hablan? ¿Cuáles son esas “circunstancias” y por qué nadie ha querido hablarme sobre ello?
Intercambiaron otra mirada. Cyna suspiró, sentándose frente a mí, y Lyssa se acercó al sofá en el que yo estaba.
—Lord Tyrone es primo del Traidor.
No voy a mentir y decir que “no sentí nada”, que no hubo una parte de mi alma que se estremeció por la mención de mi antiguo celador, ni que las implicaciones de tal lazo consanguíneo con una persona que hasta entonces había contado como un “amigo”, pese a las objeciones de mis otros amigos, calaron hondo en mi alma.
Estaba aterrada. Me estremecí de pies a cabeza, con un frío externo a mi magia, a mis fuerzas que entonces amenazaban con desbordarse del férreo control anteriormente ganado.
—¿Macy? —La preocupada voz de Lyssa, me arrastró fuera del estupor.
Se inclinaba hacia mí con el ceño fruncido, y Cyna un paso detrás. Boquee unos segundos, incapaz de decir algo que no sonase a mentira, o que es su defecto, fuese una completa mentira.
—Es la razón por la que no debe acercarse a él —dijo Cyna con brusquedad.
—No es-no podéis juzgarlo por algo que él no puede controlar —dijo, casi rogándome con la mirada que comprendiera—. Lord Tyrone no tiene nada que ver con el Traidor…
—¡Son primos! —insistió Cyna.
—Y eso solo le ha dado penurias —gruñó Lyssa a Cyna, dándole una mirada antes de volver a enfocarse en mi—. Lord Tyrone fue traído contra su voluntad a las catacumbas hace unos cinco años, y solo se le permitió marcharse cuando el Rey fue coronado. Estuvo básicamente encerrado y aislado, porque era el único miembro de su familia vivo y del que disponían las autoridades de Zufhwyth. Su madre falleció años antes, su padre es un hombre mayor y convaleciente, y su hermana mayor se casó con un extranjero y no ha vuelto a Radwulf desde entonces.
»La mayor parte de la población le ignoraba, o buscaba una forma de hacer más miserable su existencia. Mientras se esforzaba en estudiar lo que Noemia le exigía, y cuidar de sí mismo porque ninguna Doncella o Mozo quería siquiera tenderle un vaso con agua.
»No estoy diciendo que carece de defectos, ni pido que se compadezcan de él. Simplemente piensen en lo que fue para él, el hecho de que la gente, incluyendo a sus pares nobles, le juzgará por algo que hizo un pariente que nunca en su vida conoció. Que al terminar todo, su primera vez en las calles de Real terminó frente a “la cabeza de su primo en la espada de Ahrénc”, su dios patrono.
La angustia en la voz de Lyssa, diluyó cualquier aprehensión nacida por el conocimiento de aquel lazo… No necesitaba imaginar lo que él había sentido... rodeado de gente que le despreciaba por algo que no podía solucionar, todavía despreciado, incluso y pese a ser un miembro de la nobleza. Los mismos reyes no confiaban en él.
—Nana Bubilléu y yo… fuimos las únicas…
Con mi propio nudo en la garganta, alcance a Lyssa y la envolví con mis brazos, comprendiendo más de lo que ella podía imaginar.
Me encontré con la mirada de Cyna. Ella cubría su boca con una mano, sus ojos anegados por las lágrimas no derramadas. Era obvio que no había estado consciente de ello, antes de darle la espalda como todos los demás.
Las lágrimas de Lyssa, no solo demostraban su empatía hacia Tyrone, también un sincero cariño que sobrepasó cualquier prejuicio arraigado en los demás. Incluyéndome. Ni siquiera yo, quien sabía de soledad, habría pensado que Tyrone, un noble y actual alcalde de Zufhwyth, llevaba semejante carga y pasado…
Cogiendo el pañuelo que colgaba de su delantal, Lyssa secó sus lágrimas mientras nos sentábamos en el mismo sofá. Cyna permanecía en silencio, con la mirada en un punto de la alfombra a sus pies y las manos estrujando su delantal.
—No tenía idea… —murmuró bajo, casi pasando desapercibida.
—Por supuesto, no llegaste hace tanto tiempo. Sólo escuchaste con quien comparte lazos sanguíneos y le juzgaste en base a eso, como todos los demás —dijo Lyssa, con una indiferencia que fue agrietada por un ligero tono de angustia en las últimas palabras.
Recordé las palabras que solía repetir mi madre; Nadie es mejor o peor, simplemente son la mejor o peor expresión de sí mismos. Algo que escogen, y que solo depende de sus corazones.
—Tienes razón —dije, viendo a sus ojos—. Juzgar a alguien sin siquiera permitirse conocerlo, permitir que el miedo nos guíe hacia la ignorancia… y aunque es algo tan propio del ser humano, no es una excusa.
Le dirigí mi sonrisa más sincera, recordándome la agradable persona que resultó ser Tyrone. Solo me había sentido incómoda por cuestiones meramente mías, no por algo directamente referente a él.
Una tímida sonrisa asomó a sus labios, mientras se recargaba en mi hombro. Tras unos tranquilos minutos, logró recuperarse y nos dejó para encargarse de que la merienda estuviese a tiempo, según ella.
Cyna comenzó a sacudir los libreros con un plumero, evitando verme a la cara de una forma demasiado notoria.
—Cyna. —Le llame.
Se tensó y volteo, pero sus ojos vagaban lejos de mi rostro.
—¿Si? —murmuró.
—Todo está bien.
—Pero... —Me dio una breve pero angustiada mirada, que comprendía más de lo que ella podía imaginar.
—Hey —extendí una mano en su dirección, que ella estrechó sin titubear—, los errores, por más pequeños o grandes que sean, son parte de la vida. Y lo único que importa de ellos, es aprender y enmendar como mejor podamos.
Finalmente me vio a los ojos, dando un apretón a mi mano mientras esbozaba una pequeña sonrisa. Y lo decidí. No existía una buena razón para esperar.
—Ven. —Le dije, sin soltar su mano mientras me ponía de pie.
Le dirigí afuera, donde Vehrá y Daltón custodiaban mis puertas, con Mirt y Guim pocos pasos más allá. Sin prestarles atención, consciente de que irían detrás de nosotras, nos dirigimos hacia el Palacio. Sabía que no debía dejar el Palacete militar, pero no quería permitirme sentir miedo, así que continué mi camino con una seguridad, quizá, demasiado rebuscada.
Cuando llegamos al ala en que tenía entendido se hallaban sus habitaciones, Cyna pareció comprender qué estaba haciendo, adelantándose y guiándome al lugar exacto. Podía escuchar las molestas voces de Mirt y Guim, siendo calladas por un impasible Vehrá. Estaban más que molestos por mi aparente desobediencia, algo comprensible... pero que entonces no me importó.
Cyna dio algunos golpes a las puertas, y esperamos un largo minuto... mas nadie acudió o habló desde el otro lado.
—Debe hallarse en otro lugar... —murmuró ella.
Sin embargo, yo podía sentirlo. Las marcas de molesto calor de una chimenea encendida y una persona cerca de esta. Por lo que golpeé con mis nudillos las puertas, un poco más fuerte que ella. La figura no tardó en acercarse y al abrir la puerta... Lord Tyrone se asomó, viéndose más que sorprendido por mi presencia.
—¿La-lady Amace? —balbuceo, retrocediendo un par de pasos—. ¿Qué...? ¿Necesita algo?
Aprovechando su desconcierto, me deslice dentro de la habitación con Cyna siguiendo mis pasos.
—No precisamente. ¿Estás ocupado? —Me detuve a un par de pasos de él, viendo a mis Guardias en las puertas.
Tyrone dio media vuelta, dándoles un silencioso permiso de entrar, no que todos ellos fueran a quedarse afuera, y me ofreció un brazo escoltándome al sofá más lejano a la chimenea. Vehrá y Guim ingresaron, quedándose de pie a cada lado de las puertas que Altón cerró por fuera.
—Tome asiento, señorita Cyna —dijo Tyrone, señalándole el espacio libre a mi lado entretanto se sentaba enfrente de ambas, más cerca del fuego.
—Gra-gracias —balbuceó ella sentándose a mi lado, incapaz de verle a la cara.
—Bueno, ¿a qué se debe esta inesperada visita? Tenía entendido que el General ordenó su permanencia en el Palacete.
No pude evitar fruncir los labios con disgusto al recordar aquello, pero me obligue a dejar mi enfado en un rincón.
—Si... prefiero pensar en ello como una “sugerencia”. —Un ligero gruñido llegó a mis oídos desde mis Guardias, pero lo ignore centrándome en la cuestión que me traía hasta su puerta—. La cuestión es... que ha llegado a mi cierta información, y me gustaría charlar contigo sobre ello.
—Claro —Asintió, dándome su pequeña sonrisa habitual—. ¿De qué se trata?
Me forcé a relajar el cuerpo, y ser lo más cortés y sincera posible.
—Tu parentesco con el Traidor —dije. Él perdió el color en el rostro desviando la mirada, pero continué—. Se me ha puesto al tanto, pero sólo tengo una duda al respecto…
—Yo… Am-Amace… —balbuceo, removiéndose incómodo.
—Tyrone —Le interrumpí—, sé honesto conmigo. ¿Pretendías ocultarlo?
—¡No! Yo no… —Sacudió la cabeza frunciendo el ceño, y finalmente vio a mis ojos—. No era mi intención. Simplemente no sabía cómo hablar de ello… yo… no quería herirte más.
Un largo y tenso minuto transcurrió, en que las brasas crepitaron y Guim tosió. Mientras me obligaba a procesar sus palabras… y todo cuanto podían develar.
—Ya veo… —murmuré, enlazando los dedos sobre mis faldas—. Pero no es necesario que nadie vaya de puntillas a mi alrededor, Tyrone. No soy una niña, puedo comprender las cosas sin romperme como el cristal.
~~~*~~~
Quería creer que mis palabras eran ciertas, mientras volvía al Palacete rodeada por mis Guardias. Cyna se había desviado a las cocinas alegando que comería ahí, puesto que Lyssa se había comprometido a llevarme la merienda. Aunque yo sabía que en realidad quería tiempo para sí misma.
Apenas pisamos el Palacete, nos topamos con un Wills extrañamente serio.
—¿Por qué dejaron el Palacete? —preguntó, más puntualmente a los demás.
—Simplemente me siguieron, Wills —le respondí, adelantándome—. ¿Pasa algo?
Me observó por un momento con sorpresa, pero rápidamente suspiró y sonrió.
—No, nada aparte de un par de melosos y molestos esperándola en su sala.
—¿Quienes? —inquirí confundida.
—Oh, tiene que verlo por sí misma —dijo sonriendo más ampliamente, mientras cogía una de mis manos y me jalaba tras él.
Fui de buena gana, repentinamente ansiosa por descubrir lo que se ocultaba en mi sala. Al llegar frente a las puertas, Wills posó un dedo sobre sus labios pidiendo silencio, y procedió a abrirlas poco a poco, permitiéndome ver el interior. A la fría luz que entraba por las ventanas, dos figuras sentadas en un sofá individual permanecían enlazadas… besándose. Lesson y Lyssa se besaban de una forma… em, bastante inapropiada.
Después de un largo e incómodo minuto, Wills rompió en una risa estridente que finalmente atrajo la atención de ellos.
Con un ligero chillido, Lyssa salto fuera del sofá y hacia el extremo opuesto de la habitación. Ambos tenían las mejillas coloradas, la respiración agitada y la mirada evasiva. Verhá se unió a la risa de Wills, con la suya un tanto más ligera, entretanto me percataba de que había dejado caer mi mandíbula, y la cerraba de golpe.
—Ya, cállense. —Les exigió Lesson, poniéndose de pie.
Su seriedad fue la que finalmente me llevó a sonreír… y reír.
Fui incapaz de retener un repentino ataque de risa, quizá provocado por la risas de Wills y Verhá, o quizá por todo. El cúmulo de emociones reprimidas, de alguna forma extraña y frente a semejante descubrimiento, se tradujeron en las pequeñas lágrimas que saltaban de mis ojos.
Todavía avergonzados, Lesson y Lyssa sonrieron mientras trataba de controlarme, y Wills me jalaba hacia el sofá junto a Lesson.
—Respira, Macy —Me pidió.
Tome aire posando las manos sobre mi vientre, y cerré los ojos calmándome a mi misma, poco a poco. Regañandome por ser tan ciega.
—Podrían haber tocado —gruñó Lesson.
—Neh, eso no sería divertido —dijo Wills.
Abrí mis ojos, viéndolos a cada lado mío intercambiando una mirada, uno risueño y el otro frunciendo el ceño todavía sonrojado.
—Bueno, entonces… —comencé, atrayendo la atención de ambos, aunque me dirigí a Lesson— ¿están juntos?
Balbuceo unas palabras ininteligibles, removiéndose incómodo mientras rascaba su brazo… provocando que reviviera a Lexuss. Por un momento me pareció verle ahí, de pie, nervioso de verse obligado a confesarme algo. Ansioso por cuestiones que sólo él parecía comprender…
Cerré los ojos tragando a través la repentina opresión en mi garganta, saboreando la familiar sensación, tan extraña y… tonta.
Es Lesson, no Lexuss. No seas boba, tu hermano está muerto.
—¿Acaso soy la última en enterarse? —inquirí, intercalando mi mirada entre Lyssa y Lesson.
Se removieron evitando mis ojos, a lo que simplemente sonreí.
—No… no, nosotros... yo… —balbuceo Lyssa.
—No se preocupe, milady —dijo Wills, sentándose junto a mí, para luego atraerme a su lado pasando un brazo sobre mis hombros—. El pequeño apenas acaba de conseguir que Lyssa le vea como un hombre.
—Pequeño tienes el cerebro —gruñó Lesson, cruzándose de brazos.
—Basta, los dos —intervino Lyssa acercándose, todavía abochornada pero resuelta—. No había encontrado el momento indicado para contarle —dijo, dirigiéndose a mi—. Me disculpo por la incómoda forma en que se ha enterado…
—Oh, pero si fue graci… —Cubrí la boca de Wills con mi mano, evitando que Lesson quisiera golpearle aún más.
—Descuida. Me alegro por ustedes. —Les sonreí, pese a los pensamientos que querían aplastar mi sincera alegría.
Wills quitó mi mano frunciendo los labios cual niño regañado, y se puso de pie, dirigiéndose a un rincón. Lesson se inclinó hacia mí, con intenciones de decirme algo con una seriedad que borró todo rastro de vergüenza y molestia anterior… pero alguien golpeó a la puerta.
Altón y Verhá dejaron pasar a un sonriente Gale, que se dirigió hasta mí ignorando a los demás.
—El General está llegando —dijo.
—¡Si! —grito Wills, sobresaltándome.
—¿Quién te ha dicho eso? —Le pregunté a Gale, luchando por mantener la compostura ante las ansias que se encendieron en mi pecho.
—Un mensajero que acaba de llegar. Es… Ragav, él dijo que el General le envió para que preparasen las celdas. Trae a los piratas…
Lesson soltó una maldición, más que impropia en él, comenzando a dirigirse hacia las puertas.
—¡Lesson! —Le gruño Lyssa.
—Lo siento. —Se disculpó con una mueca, para luego desaparecer tan rápido como es humanamente posible.
—Oh —murmuró Gale.
—No aprendas sus malos modales, Gale —Le dijo Lyssa.
El chico asintió efusivamente, despidiéndose cortésmente antes de dejarnos. Wills continuaba en su rincón, moviéndose inquieto mientras murmuraba lo aliviado que estaba. Teniendo en cuenta que él era quien organizaba a mis Guardias, no era sorprendente que quisiera disminuir su trabajo.
Tras soltar un aliviado suspiro, Lyssa me recordó que todavía no merendaba. Por lo que procedí a ocuparme de mis necesidades básicas antes de dejarme guiar por la emoción, y terminar avergonzándome.
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